dimarts, 23 de febrer del 2010

Dentro del laberinto (1986)






Frustrada por tener que hacer un fin de semana más de canguro de su hermanastro pequeño Toby, Sarah (Jennifer Connelly) decide convocar a los goblins de su libro favorito “Laberinto” para que se lo lleven lejos de ella. Cuando Sarah comprueba que Toby ha desaparecido de verdad, arrepentida de su acto, pide al malvado rey de los Goblins, Jareth (David Bowie) que se lo devuelva. Éste le retará a cruzar su laberinto y llegar al centro del castillo para poder rescatarlo antes de que se convierta en un goblin más de su reino. Por el camino Sarah irá conociendo a personajes que le ayudaran, o no, en su búsqueda por encontrar el camino correcto en un lugar en el que nada es lo que parece.

Una joven Jennifer Connelly interpreta a Sarah, una adolescente con una gran imaginación que madura a través de su recorrido por el laberinto. Connelly debutó por primera vez en el cine con la película Once upon a tim e in America (1984). Nunca se imaginó que sería actriz, siempre quiso ser veterinaria o carpintera, pero realmente es una actriz. Una actriz que hace que su papel sea veraz y creíble. Actúa con una gran madurez y aprende rápido. David Bowie es una estrella en el mundo musical. Su primer single de éxito fue en 1969 y se tituló Space Oddity. Su debut cinematográfico fue en 1976 en la película The man who fell to earth. Bowie ya tenía experiencia en el mundo del cine pero con este papel demuestra que, aparte de buen cantante, es muy buen actor.

La película realmente sólo tiene tres personajes humanos: Sarah, Jareth y el pequeño Toby. Todo lo demás son marionetas (nada extraño teniendo como director a Jim Henson, creador de los teleñecos), enanos, hadas, monstruos y seres extraños con los que Sarah compartirá su aventura. Por ello y por su argumento Henson (y el guionista George Lucas) es capaz de adentrar a pequeños y mayores en un mundo de fantasía en el que todo parece posible y nada es lo que parece. Finalmente cabe destacar la banda sonora del Film, encargada al propio David Bowie y de la cual no hay desperdicio alguno.
Por: Soraya Romero Fernández

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